Héroes & Demonios

No hay héroes. Nos comportamos casi al azar, acciones fruto de decisiones que no se pueden medir, ni valorar, mucho menos juzgar. Esas acciones pueden ser apreciadas o despreciadas por el resto, en base a decisiones que no se pueden medir, ni valorar. Constantemente. Y cada uno a su medida, todos nos equivocamos. Porque no sabemos realmente nada de nosotros mismos, y por supuesto sólo intuimos el exterior. No somos sujetos, somos objetos semi conscientes perdidos en un entorno de objetos más o menos animados, para los que hemos establecido unas reglas arbitrarias en nuestro letargo cognisciente.

Tampoco hay demonios, claro. Sólo incomprensión o desfases crónico-culturales, supongo. Todos podríamos ser el ser más vil o el más glorioso en culturas o épocas diferentes. No hay héroe que se salve de ello, ni demonio tan abominable.

¿Estás harto? Cambia

Estoy harto de silencios.
De no saber lo que pasa.
De que me juzgues por tus errores.
De que me des las sobras si te pilla de camino.

De que tengas preparadas las respuestas
y no escuches más preguntas.
De que pretendas que es culpa mía.
De que te creas tus mentiras
y de creerlas yo.

De hijas de puta que se creen diferentes,
salvo en la falsa modestia que mata la culpa.
De las posturas indiferentes
y de la falsa racionalidad.
De que me preguntes por qué.

De los diferentes raseros.
De que te olvides de tanto.
De que prefieras seguro a feliz.
Del día a día castrado.
De encontrar mis regalos en la basura.

Estoy harto de tener que convencerme.
De oir que no estuve mal.
De sentirme responsable,
de tener que decidir.
De no poder decir "jódete".

Estoy harto del frío
del ruído
del dolor
de comer
de haber nacido,
de crecer e ir a morir.
De la realidad y de la ficción.
De despertar y de tener que dormir.

Y ahora que me has convencido
de que para mí no has de ser nada.
Jódete.
Estoy harto de tí.

Cambia.

En Blanco y Negro



Tengo que ser en blanco y negro.
Como un señor, de gabardina y sombrero.
En el viejo papel en que acabaré encasillado.
Como un mal actor.

Como un hombre de verdad de gesto duro y cara dura.
Fumándome el aire espeso a través de un cigarro sin filtro.
Calada tras silencio.

Te ordenaré subir a algún avión, me callaré que te amo.
Los dos sabemos que es lo último que quiero.
Tan sólo pídemelo.

Me empaparé hasta los restos de whisky con hielo.
El gesto torcido, cortés desprecio hacia el amor.
Necesito un zippo.

O hablarte y ser en color.

A tí que no estás

No sé si quiero desahogarme o hablarte.
No sé que quiero decirte, ni si te interesa ya.
Ni si quiero que me leas, o a donde quiero llegar.
No sé qué es bueno o quién soy.
No sé como va a sonar.

Quisiera que te arrepintieras.
Que supieras lo mismo que yo.
Que se acabe este absurdo de mierda.
Que cuentes conmigo otra vez.
Quiero ser tu refugio de siempre.
Quiero que vuelvas a ser carne.

No aguanto pensar que es imposible.
No quiero decir nunca más.
No puedo dejar de sentirme a tu lado.
No quiero creer que renuncias a mi.
No quiero que sea solo un recuerdo.

No sé estar sin tí.
No sé pensar nada más.

Sé que no debería ser así.
Sé que puedo hacerlo.
Pero no sé cómo, y no tengo ayuda.

Solo tengo clara una cosa.
Desde el primer momento.
Mucho.
Como a nada en el mundo.
Aún.
A pesar.
Siempre.

Hoy

Un hierro al rojo asoma en mi cerebro con un zumbido que pretende ser música. Palpo la cicatriz con esperanza, pero ésta se rompe. Desnudo e inocente, me rompe la nariz y algunas costillas. Cinco minutos más. Otros cinco. Ahora.

El amargo sabor de una arcada a tu salud. Aceite quemado que intenta recorrer mis venas. El vinagre de desearte sobre la herida que no querías ver. Todo lo que me falta.

La oscuridad absoluta en corredores de gélida piedra donde estoy perdido. Cada sombra me parece un ángel. Me abren sus brazos sangrantes, cubiertos de alambre de espino. No existen, pero me he enamorado de varios y los odio por ello.

Algunas personas.

Cuando nadie me ve, mis pulmones se vuelven de acero hasta la garganta. No hay cobijo, me veo allá donde intente esconderme. Sé que soy, porque estoy solo, y no soy nada para nadie. Nadie a quien deba nada. Un escorpión friéndose en zig-zag por el desierto; el lado frío de la cama. La angustia de desear ser tuyo y no poder llorar. De querer escribir y no poder sino escribirte. A tí que no quieres leerme, a quien no debería imaginarme entendiéndome.

Y con mucho esfuerzo, al fin, aunque solo por un rato, la nada. Esperaba encontrarte allí, a tí que sabes el camino más corto. Ahora sé que ya nunca estarás. Sólo me falta acostumbrarme.

Pero no hoy.