Hoy

Un hierro al rojo asoma en mi cerebro con un zumbido que pretende ser música. Palpo la cicatriz con esperanza, pero ésta se rompe. Desnudo e inocente, me rompe la nariz y algunas costillas. Cinco minutos más. Otros cinco. Ahora.

El amargo sabor de una arcada a tu salud. Aceite quemado que intenta recorrer mis venas. El vinagre de desearte sobre la herida que no querías ver. Todo lo que me falta.

La oscuridad absoluta en corredores de gélida piedra donde estoy perdido. Cada sombra me parece un ángel. Me abren sus brazos sangrantes, cubiertos de alambre de espino. No existen, pero me he enamorado de varios y los odio por ello.

Algunas personas.

Cuando nadie me ve, mis pulmones se vuelven de acero hasta la garganta. No hay cobijo, me veo allá donde intente esconderme. Sé que soy, porque estoy solo, y no soy nada para nadie. Nadie a quien deba nada. Un escorpión friéndose en zig-zag por el desierto; el lado frío de la cama. La angustia de desear ser tuyo y no poder llorar. De querer escribir y no poder sino escribirte. A tí que no quieres leerme, a quien no debería imaginarme entendiéndome.

Y con mucho esfuerzo, al fin, aunque solo por un rato, la nada. Esperaba encontrarte allí, a tí que sabes el camino más corto. Ahora sé que ya nunca estarás. Sólo me falta acostumbrarme.

Pero no hoy.

No hay comentarios: