Zanahorias

Si existe un infierno, un lugar diseñado para hacernos sufrir toda la eternidad, no es como se ha pintado. Un lugar de calor eterno, de pinchazos y pesadillas inerminables no tiene sentido. Hay algo más cruel.

Un lugar que parezca nuestro lugar natural, que creamos controlar. Un lugar terrible a la vista de todos, pero capaz de ofrecer esperanza. Esperanza de salvación, de uno mismo, de uno y su familia o del mundo. Falsas speranzas en forma de fe o de amor. Esperanzas a medida que abarcan la salvación de tantos como quieras.

Pero esa salvación nunca llega. Siempre está igual de lejos, como la zanahoria para un asno. Pero sigue andando, andando hacia ella. Si supiera que no puede cogerla dejaría de andar. Pero entonces, ¿de qué serviría?

Por eso este mundo no deja de ofrecernos momentos. Instantes en los que todo parece cuadrar y que desde fuera apestan a cinismo, a hipocresía, a alcohol.

En realidad, ya hemos vivido. Y no debimos hacerlo muy bien, porque esto tiene que ser el infierno.

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