Memoria de soldado

Los soldados de verdad no hacen trincheras. Cavamos agujeros en el suelo, para que la misma Tierra nos proteja en su seno. La mayoría hemos olvidado quienes éramos antes de llegar, si es que no nacimos así. Sin corazón ni alma, sin más necesidad que la de estar alerta. Comer, beber o masturbarse no sirve de nada, y por lo tanto no cabe, y por lo tanto no pensamos en ello.

Recuerdo haber soñado con una mujer. En mi sueño nos hacíamos promesas sin sentido que no hubiéramos podido cumplir con todas nuestras fuerzas. Fuerzas que no puedo gastar en gilipolleces. Recuerdo un camino de vuelta a alguna parte, pero sé que nunca estuve allí. Los hombres de verdad no recuerdan. Con esa mirada de los mil metros, en todo caso, pero nunca con melancolía.

Soy el soldado perfecto. Hace tiempo que estoy muerto, por lo que eso ya no me preocupa. Nada me ata. Soy tan libre que no tiene sentido, no encuentro placer en nada, perdida la inocencia de vivir. Sé que debo matar, y que puedo robar y violar sin que sea reprochable. Al menos haciéndolo sé que algo cuadra, hay un poco más de causalidad y un poco menos de entropía. Estoy más a gusto en el útero frío de la Tierra que me ama. Y compartimos gusanos.

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